Por Jorge Lanata
“El intelectual cree en la libertad para sí mismo, pero se opone a
la libertad para los otros. Piensa que debería haber una oficina de
planificación central que estableciera las prioridades sociales”. Milton Friedman
El concepto de “intelectual” fue acuñado en Francia durante el affaire
Dreyfus, a fines del siglo XIX y se usaba como un calificativo
peyorativo que los antridreufistas usaban para denominar a los
personajes de la ciencia, el arte y la cultura (Emile Zola, Anatole
France, Octave Mirbeau) que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus acusado de traición.
Si
lo definimos desde el marxismo, en particular desde Gramsci, la labor
de lo que la izquierda ortodoxa llamaría “intelectual orgánico” es
justificar ideológicamente la superestructura político-ideológica
existente, en beneficio del predominio social de las clases dominantes, o
su crítica, en beneficio de las clases dominadas.
El intelectual orgánico bien podría protagonizar aquel viejo chiste sobre los periodistas: –Hay que escribir sobre Dios… –Ok, ¿a favor o en contra?
Se
ha escrito y debatido mucho sobre el rol del intelectual en la
sociedad. Durante Sócrates los intelectuales intentaban dominar la
violencia mediante el uso del diálogo frente a las convicciones
políticas. Sócrates hacía algo intrínseco a cualquier intelectual:
invitaba a los atenienses a interrogarse, a abrirse ante la pluralidad humana.
Hay quienes comparan la tarea del intelectual dialóguico con el hecho
de que cada persona contiene –como escribió Walt Whitman en su “Canto a mí mismo”–
“multitudes”, y un intelectual debe aceptar esas diferencias como
elemento constitutivo del mundo. Cuando se pregunta si los intelectuales
deben meterse en política, Umberto Eco señala que la Grecia clásica
ofrece “tres modelos de intelectual.
El primero es el de Ulises que, al
menos en la Iliada, desarrolla funciones de intelectual orgánico según la vieja idea de los partidos de izquierda.
Agamenón le pregunta cómo puede conquistar Troya y Ulises inventa la
idea del caballo y, siendo como es un intelectual orgánico de su grupo,
no se preocupa del final que puedan tener los hijos de Príamo. Después,
como tantos intelectuales orgánicos que entran en crisis y se
transforman en gurús o se ponen a trabajar en Mediaset (el grupo
mediático de Berlusconi), Ulises se dedica a navegar y a sus propios
asuntos.
La segunda figura es la de Platón -sigue Eco-, que no
sólo tiene una idea propia de la función oracular del intelectual sino
que piensa que los filósofos pueden enseñar a gobernar. El experimento
que pone en marcha junto al tirano de Siracusa no le sale bien, lo que
quiere decir que hay que tener mucho cuidado con los filósofos que proponen un modelo concreto de buen gobierno.
La tercera figura es la de Aristóteles que, como es de sobra conocido,
fue el preceptor de un hombre de gobierno como Alejandro. Por lo que
sabemos nunca le dio consejos precisos de que hacer en sus campañas”.
“Hay una cuarta función del intelectual -termina Eco-. Sócrates
desempeña su papel criticando a la ciudad en que vive y, después, acepta
ser condenado a muerte para enseñarle a la gente a respetar las leyes.
El intelectual que pienso tiene también ese deber: no debe hablar
contra los enemigos de su grupo, sino contra su grupo. Debe ser la
conciencia crítica de su grupo. Romper las convenciones. De hecho, en
los casos más radicales, cuando un grupo llega al poder por medio de una
revolución, el intelectual incómodo es el primero en ser guillotinado o fusilado
(…) Deben aceptar la idea de que el grupo no les ame demasiado. Si les
ama demasiado y les da palmaditas en la espalda, entonces es que son
peores que los intelectuales orgánicos: son intelectuales del régimen”.
Esta
semana la ofensiva emprendida por el aparato de propaganda estatal para
desacreditar las investigaciones sobre lavado de dinero K incluyó un
pronunciamiento del grupo de intelectuales orgánico “Carta Abierta”, su
carta número 13, titulada “Los Justos”.
La prosa mediocre e
intrincada del texto permite adivinar con facilidad que fue escrito por
Horacio González, y el texto llega con facilidad al paroxismo de ser más
lazarista que el propio Lázaro. Me compara con Botana -junto a Jacobo
Timerman, uno de los editores más importantes del siglo pasado- y traza
un paralelo entre nuestra denuncia en PPT y las denuncias de corrupción
que el diario Crítica utilizaba durante el golpe contra Hipólito Yrigoyen.
“El programa de Lanata tiene elementos parecidos a las denuncias que él
mismo hacía en la época de Menem, pero ahora le agrega elementos de
music hall, de folletín gótico, de novela policial negra (…) eso no
habla de la veracidad de las denuncias”. Para González (las bóvedas con
dólares) “son indemostrables, elementos que requerirían la pluma de
Edgar Allan Poe”.
La solicitud de pruebas, en términos casi
judiciales, se alinea con el aparato de propaganda estatal: los cyber k,
los periodistas oficialistas, los políticos, nos piden pruebas. La
sensación es curiosa: tengo 52 años, soy periodista desde los 14, varias
notas mías han hecho caer a funcionarios nacionales y nunca he tenido tantas pruebas que me apoyen como ahora.
Pero me piden pruebas.
Cuando publicamos la nota sobre la bolsa de
Felisa Miceli en el baño no teníamos ni siquiera el acta de los
bomberos, que intentamos, en vano, conseguir. Pero Néstor decidió que
Miceli debía salir de su cargo e ir a juicio.
Aquí hay pruebas
documentales, testimoniales e, incluso, más de doscientas fotografías
tomadas por quien ayudó a Lázaro Báez a desarmar la bóveda. Pero faltan
pruebas. Sería más sincero que los intelectuales orgánicos como González
y Forster reconocieran que, en el fondo, la corrupción no les interesa. Para ellos es un “daño colateral”, lo importante es la revolución que suponen estar haciendo.
“¡Qué carajo sé cómo hizo la plata Lázaro Báez!”, le gritó por radio Identidad Ricardo Forster al periodista Martín Pitton.
El
día anterior Víctor Hugo Morales tuiteó una foto suya, sonriente, al
lado de un locker y bromeó sobre las bóvedas. Hubiera sido un buen
mensaje cínico si Víctor Hugo tuviera la inteligencia para sostenerlo. Pero no la tiene. Sólo fue una morisqueta.
Sin
tomar en cuenta las pruebas periodísticas, aquí van las pruebas
judiciales que la investigación promovió: El 3 de mayo el fiscal
Marijuán imputó al empresario K Lázaro Báez, a uno de sus cuatro hijos y
a Fabián Rossi, representante de la financiera SGI en Panamá.
El
martes pasado Carrió denunció que Báez desmanteló la bóveda que tenía
detrás de la cava en su chacra de Río Gallegos. Mañana mostraremos por
la televisión más de doscientas fotos –incluida una de Lázaro en la
escena del delito– tomadas por Triviño, una de las personas que lo ayudó
en esa tarea durante más de una semana.
Hay una causa contra el
titular de la Procuraduría Adjunta de Criminalidad Económica y Lavado de
Activos (PROCELAC), Carlos Gonella, por omitir la imputación de Lázaro
Báez al inicio de la causa cuando el organismo la tuvo a su cargo.
Hay
una causa por las declaraciones de Miriam Quiroga, la ex secretaria de
Néstor por la existencia de bolsos con dinero. Aún no declaró porque
acaba de nombrarse al juez. Daniel Muñoz, a quien ella señaló como
portador de los bolsos, fue imputado.
El 6 de mayo el fiscal
uruguayo Juan Gómez hizo lugar a la presentación que hicieron los
diputados Ocaña y Garrido por sociedades uruguayas de Lázaro.
La
Justicia uruguaya también abrió una causa contra Pérez Gadín por la
compra de un campo en 14 millones de dólares, lo que según Fariña había
formado parte de la “ficción” que me vendió.
El Ministerio Público de Suiza abrió un procedimiento formal por el denominado “lazarogate”.
En
actas de directorio de Austral Construcciones del 12 de junio de 2005
–mostrada por la televisión– se deja constancia de que Báez y Kirchner
fueron socios en la construcción de una propiedad horizontal de diez
departamentos en Río Gallegos.
Se publicaron fotos del Tango 10, avión presidencial, en el hangar de Lázaro en San Fernando.
La Justicia investiga los vuelos del “avión recaudador”. PPT proporcionó los números de matrícula y fecha de los viajes.
Se
presentaron en PPT varios documentos de Teegan INC, una de las
cincuenta empresas truchas en la ruta del dinero K; el certificado de la
incorporación de la firma en Belice; la escritura del notario de Panamá
con la factura del costo de inscripción; el resumen del Banco Lombard
Odier en Suiza donde se depositaron 1,5 millón de dólares; el alquiler
de la empresa South Aviation con la firma de Rossi.
Sólo nos falta que Lázaro se arrepienta, llore y confiese. Pero también a eso Carta Abierta le encontraría una justificación.
Investigación: JL/María Eugenia Dufard/Amelia Cole
ENLACES/FUENTES:
http://lalatadelaspinturas.blogspot.com.ar/2011/08/pensador-i-pensador-ii.html
http://www.clarin.com/opinion/Intelectuales-servicio-poder_0_925707549.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-220721-2013-05-24.html
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